Me desperté sudando de la siesta. Mis bragas estaban empapadas por el sudor, me las quite y agarré un rodaja de sandía. Salí a la calle y me senté en el escalón de la puerta, daba la sombra. Enfrente unos hombres trabajaban y me miraban.
Me abrí de piernas para que pudieran ver que no llevaba bragas. Comí con avidez la rodaja de sandía, el jugo me caía por la comisura de los labios y llegó hasta mi coño. Pasé mi mano y restregue todo el jugo por él.
Corté un trozo de sandía que pase por mi entrepierna y comí con avidez. Empezaron a llegar moscas al dulzor del jugo. Primero una, luego otra y otra…sus patitas jugueteaban con mi clítoris y pronto mi orgasmo sería patente.
No pude reprimir varios gemidos, todo ello bajo la atenta mirada de aquellos trabajadores